Hace diez años, Kate Collins era, literalmente, una persona diferente. Vivía en Chicago, donde trabajaba como camarera, y se la conocía por su verdadero nombre 'Stephanie Wickers'. Todo eso cambió cuando fue testigo del asesinato de su jefe a manos de un mafioso llamado Alek Ravik y por ello Kate tuvo que fingir su muerte, cambiar su nombre, y ocultarse en Filadelfia. Ahora está felizmente casada con su esposo David y tiene un hijo de 8 años de edad. Por desgracia, su pasado está a punto de reencontrarse con ella.