La condesa Vera está a punto de contraer matrimonio con el estirado príncipe Otto, pero decide dejarle y se va a Montecarlo. Acude al casino, donde el conde Rudolph, hombre muy adinerado, se fija en ella. Le dice que, si le deja tocar su cabello, tendrá buena suerte en el juego. Ella se lo permite y empieza a ganar como por arte de magia. Tan impresionada queda por su cambio de suerte que, sin saber quién es, contrata a Rudolph en calidad de peluquero.